jueves, 14 de julio de 2022

LA SUERTE Y EL AZAR

 

El gallo de oro:
Reflejos críticos a la sombra de un palenque
Fernando Mino Gracia.
Dirección General de Actividades Cinematográficas, UNAM.
2021. 209 pp.

                  En 1964 se filmó “El gallo de oro”, dirigida por Roberto Gavaldón y producida por Clasa Films, prestigiosa firma, que buscaba equilibrar un cine distinto y propositivo, sin olvidar el valor comercial que permitía la continuidad en la industria del cine (en ese momento, la compañía estaba con problemas de liquidez). En este libro, el investigador Fernando Mino, realiza una labor arqueológica que confirma la paráfrasis de un viejo dicho: si “cada cabeza es un mundo”, entonces “cada película es una odisea particular”. Mino, especialista en Gavaldón, del cual ha publicado previamente dos volúmenes acerca de su cine (uno sobre sus temáticas urbanas, otro acerca de las rurales), ahora se dedica a efectuar una comparación entre los distintos guiones que se irían transformando hasta llegar al definitivo de la película. La magia de este libro es que te va narrando las fases que fue sufriendo la novela corta de Juan Rulfo, a lo largo de varios años, para llegar a la versión final, la que se pudo conocer en las pantallas de cine.

                   La trama de El gallo de oro muestra a Dionisio Pinzón, pregonero de pueblo, rescatando a un gallo dado por muerto, al cual logra prácticamente resucitar, para que lo lleve por distintas ferias de pueblo e ir creando una fortuna. Su encuentro con Bernarda Cutiño, cantante de palenques, apodada “La caponera” hace que interactúe con el rico apostador Lorenzo Benavides. Este trío de personajes será suficiente para hablar sobre la suerte y el azar a lo largo de un tiempo: apuestas, pérdidas, ganancias. (Ya en la película, Dionisio es Ignacio Lopez Tarso, actor recurrente en el cine de Gavaldón; Bernarda es Lucha Villa, quien tuvo así una gran oportunidad estelar que la lanzó al estrellato y una prolífica y prestigiosa carrera; y Lorenzo, Narciso Busquets, quien de actor infantil pasó a la televisión y el doblaje: esta película vino a ser el inicio de una siguiente etapa actoral).

                   El descubrimiento de un guion firmado por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, por el hijo de Gavaldón (“pieza central de un amplio rompecabezas”) fue el motor que impulsó a esta investigación particular. Mino propone que se tuvo el objetivo de revitalizar al género de la comedia ranchera, además de comprobar el conflicto entre director, productor y guionista (aparte de otras consideraciones propias de la industria), que ya hemos conocido por declaraciones de otros creadores del cine nacional. El minucioso, pero, sobre todo, riguroso trabajo que significó esta investigación nos lleva a conocer los pilares en que se encuentra cimentado el género, además de sus constantes específicas, ya que nacido en los años treinta (“Allá en el Rancho Grande”, 1936), se mantenía vivo y constante aún con el paso de los años. Por otro lado, se establece el contexto cultural dentro del cual las presencias de Fuentes y García Márquez fueron piezas claves en lo que las personas de mi generación consideramos una de las décadas prodigiosas del siglo pasado: los años sesenta fueron claves para las expresiones artísticas tanto en el mundo como en México. Y, por supuesto, el estado real de la industria cinematográfica mexicana.  

                   Con todos estos elementos, Fernando Mino entra a la parte medular de su trabajo: la descripción de cada uno de los textos. Así, tenemos un capítulo dedicado a Juan Rulfo, otro a la adaptación por parte de García Márquez y finalmente, el de Carlos Fuentes. La comparación entre ellos, tanto en longitud como fidelidad o de sustancia contra forma, aparte de rechazos, sugerencias, y resultados finales, introducen al lector en un mundo que se desconoce cuando se ve una película. El investigador se interesa por mostrar el proceso creativo: sus objetivos, las propuestas soñadas, el afán por cuidar el aspecto literario, sin que los autores se dieran cuenta de que existía una realidad económica y práctica: estaba el elemento visual, básico. En algún momento, García Márquez, quien renunció a la adaptación final, reconoció su naturaleza literaria que llegó a las 86 páginas que, filmadas, darían una cinta de tres horas.

                   Sobre el resultado final queda la omnipresencia del director Gavaldón, cuya experiencia y trayectoria le había brindado las características presentes en sus películas: precisión de trama, cuidado técnico absoluto, además del dominio absoluto del espacio-tiempo. Aparte de la fascinante narración que nos brinda Mino sobre génesis y metamorfosis de un argumento para llegar a un resultado final, tenemos todo un análisis de los avatares y realidades que sufrió la cinta al llegar a su estreno y corrida en las salas de cine. Esta simple reseña no puede abarcar toda la riqueza que nos comparte el investigador, que cierra con un epílogo donde afirma que “La caponera y a El gallo de oro han entrado a la inmortalidad de lo simbólico”: en este espléndido libro, encontrarán la respuesta.

El investigador Fernando Mino Gracia




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